El exilio como lugar de enunciación: diálogos interculturales y transculturales contemporáneos
Cuando mis palabras se convirtieron en miel
mis labios
se vieron cubiertos de moscas.
Mahmud Darwish, «Las palabras»
Para titular su segunda novela, la escritora Kaouther Adimi recurrió a una imagen que simboliza las contradicciones que invaden a una joven argelina residente en París, donde vive un exilio velado para alejarse de las imposiciones sociales que giran en torno al matrimonio: «piedras en el bolsillo». Una protagonista como la de Adimi, autora que proyecta en su obra muchas de las impresiones, frustraciones y reflexiones que marcan su identidad como escritora que transita las dos orillas del Mediterráneo, construye un presente en el que siente en cada paso el constante peso de sus orígenes como signo de su identidad híbrida. Su huida a París se debe a una persecución ideológica que emana del tejido social de su país de origen, extrapolada muy intensamente en el discurso de su madre, por lo que la invade tanto la ira como la tristeza al asumir que el regreso es imposible. Las piedras no se ven, no se muestran, no se clasifican ni se cuentan, simplemente se sienten y, a veces, con las manos en los bolsillos, es posible apreciar su rugosidad.
En una época en la que millones de personas son forzados por razones políticas a desplazarse de sus hogares y a comenzar nuevas vidas en lugares ajenos, en este mundo migrante en el que proliferan las fronteras físicas al tiempo que la globalización acorta y amplía distancias y nacen nuevas generaciones de hijos en el exilio, ¿qué son para los escritores exiliados esas piedras en el bolsillo?, ¿cómo las representan?, ¿cómo concretan con ellas su espacio identitario?, ¿cómo condicionan la configuración de subjetividades? En el proceso de articulación del discurso literario, el escritor que enuncia desde el exilio encuentra la capacidad de generar propuestas en las que el caminar del sujeto con tal peso en los bolsillos encarna la construcción de nuevas identidades híbridas alejadas de los modelos hegemónicos adheridos al concepto de nación. Las piedras dejan de verse como un constante diálogo con la patria perdida o como uno de los temas y motivos —nostalgia, desarraigo, espera, retorno imposible— que han definido tradicionalmente la condición de exiliado. A través de los trabajos que integran este monográfico podemos comprobar que la literatura del exilio propone también distintos modelos de relación con la otredad que, sin perder el carácter político inherente a la categoría misma de exilio, nacen del diálogo, del encuentro entre culturas. Así, en el alcance intercultural de esta literatura no solo interesa cómo los autores (re)conocen al otro o cómo lo (re)presentan (Sanz Cabrerizo, 2008), sino también cómo la idea clásica de otredad se diluye o cómo los conceptos de cultura de «acogida» y de «origen» pueden llegar a ser intercambiables.
Ciertas representaciones interculturales crean nuevas formas de literatura que emanan del lugar de enunciación exilio. Cuando el exilio, como contexto productor de un sustrato cultural híbrido, una «zona de fecundidad» (Jullien, 2012) que funciona a partir de la interacción de los elementos pertenecientes a sistemas culturales distintos, se erige como un lugar de encuentro/s capaz de superar la mera yuxtaposición o interconexión entre culturas con el fin de generar algo nuevo, la literatura se constituye como un vector transcultural. La transculturalidad, señala Welsch (2005), tiene posibilidades de hacer justicia al estado actual del mundo y de su complejidad, cuyos individuos deciden cada vez más su pertenencia (Gutmann, 1995). Se alimenta, asimismo, de la disociación entre la identidad cultural y nacional del individuo, perceptible tanto en la dimensión social como en la individual del mismo. Como se puede observar en este número, los autores que enuncian desde del exilio establecen diálogos transculturales que giran en torno a la búsqueda o reivindicación identitaria, es decir, sus obras persiguen la caracterización de esa identidad híbrida que nace del campo in-between (Bhabha, 2002): espacios donde se articulan las diferencias y las perspectivas creativas disidentes (Morales, 2012). La literatura es, entonces, tanto la herramienta con la que representar la mezcla, esa identidad mestiza o híbrida que nace del exilio, como la plataforma de reflexión sobre la misma.
Lo transcultural implica una dinámica de influencia recíproca donde las culturas que se encuentran han de presentar la capacidad de repensarse (Onghena, 2014). El exilio como paradigma atesora un carácter transgresor que reside en su desvinculación con lo hegemónico: los textos que integran la literatura del exilio dejan de asociarse a las narrativas historiográficas de la nación. Frente al erróneo ejercicio de comprender el exilio a la luz de los discursos de la nación, cuya propia lógica expulsa a la literatura del exilio a los márgenes, se proponen aproximaciones que analicen esta literatura desterritorializada a partir de su autonomía, poniendo de relieve su continua capacidad de «repensarse», articulándola en torno a un discurso que parta de la crisis espacial y temporal inherente al hecho exílico (Balibrea, 2017). En el intento por representar las identidades híbridas de aquellos sujetos que viven en el encuentro cultural, la literatura del exilio manifiesta la necesidad de transgredir y redelimitar las coordenadas que definen el concepto monolítico de identidad: nación, lengua y canon. Conceptos como «patria» o «patria perdida» quedan entonces vacíos de significado para el exiliado que camina por las calles del país de acogida mientras siente el peso de sus bolsillos en forma de recuerdos —cálidos, dolorosos o simplemente ininteligibles—, de prejuicios o de silencios, y narra su encrucijada deconstruyendo no solo el binarismo geográfico y temporal, sino también los marcos formales y performativos. Los artículos que incluyen este monográfico presentan una variedad de temas que giran en torno a estos cuestionamientos.
En «Narrar la experiencia de la refugiada. Estudio comparado del exilio en la literatura de Maryam Madjidi y Kim Thúy», Purificació Mascarell traza un análisis comparativo de Marx y la muñeca de Madjidi y Ru de Thúy, novelas autobiográficas que narran la experiencia del exilio, con el fin de destacar temas e imágenes del universo de la literatura desterritorializada, donde subyace la configuración y aceptación de la identidad híbrida: la compleja relación con la lengua materna, su pérdida y recuperación, la comida como seña de identidad, la utilización del pasado exótico, la narración de pequeñas historias del país de origen para visibilizar la heterogeneidad de la experiencia migratoria, oculta por el relato oficial de la historia, o las condiciones de integración en el país de acogida. Su estudio resulta paradigmático pues estas autoras, como defiende Mascarell, no son voces aisladas, al contrario: forman parte de una gran constelación de autores migrantes cuya producción evidencia la necesidad de que el exilio, como constante en la literatura universal, obtenga un estatus independiente en el marco de los estudios literarios.
Ángeles Sánchez Hernández también focaliza su trabajo en la autora vietnamita exiliada en Canadá, Kim Thúy, cuya obra pone en relación con la de Laura Alcoba, argentina exiliada en Francia en «Lengua, exilio e identidad en dos escritoras francófonas: Kim Thúy y Laura Alcoba». Ambas creadoras encuentran en la lengua otra, el francés, el medio más idóneo de expresión para narrar su experiencia vital. La palabra en francés es tanto símbolo de liberación como vía de expresión para acercarse a los hechos traumáticos del pasado, es la base sobre las que se sustenta su identidad híbrida. Ángeles Sánchez Hernández habla, además, sobre la memoria como recurso mediante el cual las autoras crean relatos de filiación que no solo visibilizan su historia individual, sino también otra colectiva, dado el calado social e histórico de los hechos que motivaron sus exilios. De este modo, la literatura, como espacio de reflexión sobre su identidad, adquiere también una dimensión sociológica que permite contar la historia de tantos otros argentinos y vietnamitas que tuvieron que huir de sus países y echar raíces en el exilio.
El exilio en la trayectoria literaria de Joseba Sarrionandia no se limita a un hecho vivencial, sino que representa el locus ontológico desde el que enuncia su propuesta intelectual más firme, representada por su emblemático ensayo ¿Somos como moros en la niebla? En «El exilio como lugar de enunciación en la obra de Sarrionandia: silencio y búsqueda de la escritura contrapuntística» Nerea Eizagirre-Telleria estudia el viaje intelectual del escritor vasco hasta alcanzar ese locus deteniéndose en dos puntos de inflexión que configuran su identidad como escritor: el silencio, como la expresión de lo indecible, y la búsqueda de una lengua propia que impida la alienación cultural de los hablantes con los discursos hegemónicos; una lengua que reconstruya el significado común de las palabras otorgándoles un nuevo sentido posibilitará, según el autor vasco, abrir un espacio de existencia y de libertad. Esto ayuda a Sarrionandia a reflexionar finalmente, en el citado ensayo, acerca de la complejidad de la hibridez cultural y su correspondencia con la recuperación de la memoria histórica, así como revisitar numerosos hechos culturales, lingüísticos y literarios de la historia compartida entre norte de África y España vistos desde una relación de «vecindad».
Por su parte, en «El sexilio de una loca que calla sus amores proscritos: figuraciones extranjeras y fantasmagóricas en la poesía de Gabriela Mistral», Ignacio Sánchez Osores sacude los cimientos del canon tradicional que ignora o incluso niega la subjetividad lesbiana que configura el corpus poético de la escritora chilena. Una lecturaqueerde su obra le permite analizar la complejidad de su voz en el exilio, determinado aquí por su disidencia sexual y no tanto por su movilidad geográfica. Sánchez Osores hace uso del término sexilio para definir el espacio en el que Mistral crea una contra-nación, una matria donde hay cabida para el cuerpo otro, para una red de filiacionesqueer que desafían las prescripciones hegemónicas de género, para incorporar, desde su libre errancia, todo aquello que la nación hegemónica expulsa. Es un espacio donde la escritora crea, asimismo, una lengua propia que solo podrá ser descodificada por aquellos que comparten la condición de sexiliados. Estas estrategias retóricas evidencian el reduccionismo que caracteriza su lugar habitual en la historiografía literaria y la necesidad de definir su vanguardismoqueer.
Como parte de la recuperación de la memoria histórica, cultural y literaria del exilio republicano español de 1939, cuya investigación cuenta con una firme trayectoria de varias décadas, impulsada por grupos como GEXEL (Grupo de Estudios del Exilio Literario) de la Universitat Autònoma de Barcelona, este monográfico incluye dos trabajos: «El diablo, personaje literario del exilio español de 1939» de María Teresa Santa María Fernández y «La familia Coconeta y El armario de Elena: dos micropiezas desconocidas de Max Aub» de Esther Lázaro Sanz. Ambos artículos proponen abordar la experiencia exílica de los dramaturgos estudiados como un ejemplo de integración en la patria de acogida y permiten, por lo tanto, desarrollar otras formas de contar el legado del exilio republicano alejadas de las estructuras de interpretación heredadas del franquismo. Las obras comentadas simbolizan un legado compartido entre España y el país de acogida, de modo que cobran verdadera significación leídas desde una mirada transnacional. Estas piezas teatrales dinamitan, por lo tanto, el concepto hermético de canon, pues se integran en una historiografía literaria compartida o universal. María Teresa Santa María Fernández ofrece un análisis comparativo en torno al personaje del diablo en siete obras de autores del exilio republicano de 1939 con el fin de reflexionar sobre la pervivencia y actualización de mitos y tradiciones literarias que emanan de la pluma de autores exiliados —el distanciamiento paródico, la dimensión humana de los personajes, la sombra de la Guerra Civil, la pervivencia de la tradición bíblica, la iconografía que remite a las artes plásticas, etc.—. Esther Lázaro Sanz, por su parte, a partir de un exhaustivo trabajo de archivo, revisa dos micropiezas muy desconocidas de Max Aub que, si bien resultan intranscendentes desde un punto de vista literario en la producción teatral del autor, atesoran particularidades que contribuyen a ampliar la perspectiva de análisis de uno de los autores más estudiados del exilio republicano español y a reivindicar su perfil de hombre de teatro henchido de innovación. Se trata de productos transculturales que visibilizan la configuración de la identidad exiliada de Aub, enraizada en la presentación de espacios íntimos y cotidianos en los que ya dejaba una puerta abierta a México, país de acogida.
Finalmente, atendiendo a la herencia de las narrativas del exilio y de los discursos de la heterodoxia literaria que surgieron bajo el franquismo, Daniel Carlos Santos da Silva trata en «Memória sobre estilhaços de bombas en Barcelona» la construcción cronotópica de Ramona, adiós, novela embrionaria en la que Montserrat Roig, en su interés por la construcción de una memoria colectiva de la Guerra Civil, retrata la ciudad asfixiante, autoritaria y patriarcal en la que se mueven tres generaciones de mujeres cuya identidad está marcada por su condición insiliar. La reflexión sobre la dimensión del insilio contribuye a definir exilio como categoría específica del desplazamiento.
Como hemos observado, el exilio es un espacio de creación que puede desmarcarse de la relación entre centro y periferia —patria-destierro— abocándose abiertamente a un encuentro con el otro. Entender la literatura del exilio solo a la luz de los discursos de la nación la ha relegado frecuentemente a un lugar secundario, al margen de la crítica, aislado de la perspectiva historiográfica tradicional, generando así dificultades de edición y difusión de las obras. Sin embargo, en este mundo migrante, colmado de identidades híbridas que caminan con piedras en los bolsillos, cabría preguntarse en qué medida las textualidades exiliadas —entendidas como una literatura del encuentro, desterritorializada y generadora de diálogos transculturales— han abandonado los márgenes de la crítica literaria para ocupar el foco que, en continuo desplazamiento, palpita más allá de fronteras nacionales.
La nota crítica de este número corre a cargo de Max Hidalgo Nácher, que presenta «Julio Cortázar, encuentros y desencuentros», un texto que pertenece a Vivos na memória de la crítica literaria Leyla Perrone-Moisés, y que entronca con el tema de este monográfico. La presentación, desarrollada como un cálido diálogo intelectual con la autora en torno a su trayectoria, ofrece las claves para comprender las líneas de pensamiento, influencias, lecturas y vivencias que entreveran el carácter autobiográfico del libro, donde la vida y la literatura «se dan la mano dejándose impregnar del resto de saberes como las ciencias humanas y la filosofía». «Julio Cortázar, encuentros y desencuentros» es uno de los biografemas a través de los que Perrone construye su autobiografía, un texto repleto de matices luminosos en el que proyecta el afecto que sentía por el hombre y por el escritor al tiempo que delinea a un personaje extraordinario que habitaba el pasaje, ese espacio también híbrido y fecundo que conectaba distintas realidades donde no siempre fue comprendido.
La sección miscelánea abre con «“El patriotismo de la mujer” (1876) de Mercedes Cabello: resignificaciones, desplazamientos y tensiones en la articulación de una genealogía feminista» en el que Luz Ainaí Morales Pino formula una lectura detallada de las resignificaciones del genérico «mujer» que propone Cabello con el fin de caracterizar la complejidad del discurso-objeto-realidad del feminismo decimonónico. A continuación, en «Soma poética. Formas y materias del cuidado con Vicente Lyu y Hernán», Francisco Gelman Constantin propone una relectura de la obra de Lyu y una reversión de las teorías sobre la relación entre obra y vida, diálogos entre forma y materia, adheridas a su poética. Le sigue León Felipe Barrón Rosas con «El neobarroco y la revolución después de la revolución». En él analiza el concepto de revolución propia en la estética neobarroca de Severo Sarduy, quien reelabora la idea a partir de la combinación de dos debates teóricos de su época: la crítica anticapitalista y la crítica a la metafísica occidental y al logocentrismo. Cierra el número Mauro Espinosa con «Una errancia vertiginosa: escritura, coleccionismo y memoria en Los emigrados de W. G. Sebald y Habla, memoria de Vladimir Nabokov», artículo que parte del carácter migrante de ambos escritores para hacer una lectura comparada de la novela de W. G. Sebald y la novela autobiográfica de Vladimir Nabokov, todo ello con el fin de destacar las discrepancias y distancias entre ambos proyectos de escritura.
Yasmina Yousfi López
GEXEL (Grupo de Estudios del Exilio Literario) – CEDID (Centre d’Estudis sobre Dictadures i Democràcies)